Arlo Parks
My Soft Machine

Parece difícil de creer que Arlo Parks solo tenga 22 años. La inglesa de raíces francesas ya ha conseguido una cantidad asombrosa de reconocimiento para alguien tan joven: su álbum debut, Collapsed In Sunbeams, recibió una lluvia de elogios de la crítica y nos hizo enamorarnos de ella durante la pandemia; y escritores como Zadie Smith alabaron su enorme talento como letrista, mientras Billie Eilish también se declaró su fan. Como si fuera poco, Parks recibió una nominación al Grammy y ganó el renombrado Mercury Prize, algo que todo músico del mundo anglosajón anhela. Así que la artista británica ha dado mucho de qué hablar y ha más que demostrado su talento, sobre todo en el ámbito del pop alternativo. Ahora su objetivo es alcanzar un poco más del mainstream, y por ello su segundo álbum, My Soft Machine, continúa consecuentemente el trabajo que Parks lleva años construyendo, pero esta vez de una forma algo más accesible y rítmica.
“En el mundo de Arlo Parks, las palabras son tan útiles como las fotografías”, reza la bio de Spotify de la artista, y en el caso de Parks, es difícil no estar de acuerdo. En sus canciones, las palabras son emociones, reconocimiento, conexión y absolutamente necesarias, especialmente para mantenerse a flote y para enfrentarse a sí misma y almundo que le rodea. Y, por supuesto, tienen su justo lugar aquí, en esta producción de 12 temas que en apenas 40 minutos nos sumerge en su mundo peculiar. Su portada es una imagen de la artista sujetando una cometa, invitándonos a tomar la cuerda y dejarnos ir con ella en un viaje sonoro que se apoya en el productor Paul Epworth, que ya ha trabajado con Adele y Florence + the Machine. Nada mal.
La aventura de Parks empieza con Bruiseless, que nos arroja directamente a un pantano emocional, con un sintetizador suave y una batería limpia. Parks inhala y exhala las desgarradoras palabras: I wish I was bruiseless / Almost everyone I love has been abused, and I am included. La canción habla del deseo de protegerse a uno mismo y a sus seres queridos, del deseo de volver a ese tiempo anterior al que se experimentó todo el dolor. El tema es breve y conmovedor, con sutiles voces de niños de un patio de colegio que se esconden como una niebla nostálgica tras las palabras. La suavidad apacible continúa en Impurities, que nos envuelve con un bajo vibrante y un sonido R&B suave y electrónico, aunque la temática sigue siendo pesada: la palabra bruise (moretón) se repite varias veces, así que la canción se convierte en una respuesta a la pista anterior y un abrazo a quienes están heridos: se siente como que los moretones ya no necesitan ser ocultados.
A pesar de la pesadez de los temas que Parks trata en las canciones, el álbum no se queda quieto y se extiende en muchas direcciones diferentes: tenemos funk veraniego y rock y2k en Devotion; Puppy nos pasea por el electro industrial, y Purple Phase nos acaricia con un R&B sensual y sedoso. Blade, por su parte, se viene con un sonido burbujeante y desenfadado, en el que el amor se vuelve una experiencia dulce, y nos ofrece el lado más pop de Park. En este punto, parece que el disco no tuviese ángulos filosos: las canciones parecen haber pasado por un filtro casi apagado en los instrumentos que difumina todos los límites y transiciones. Para cuando llegamos a Weightless, Parks nos habla de su propia experiencia con el breadcrumbing, intentando saciarse con las migas de pan que alguien le daba, pintando imágenes y emociones entre las frases rápidas y el vibrante sonido, demostrando que Parks está en su mejor momento. A continuación, le sigue Pegasus, una emocionante colaboración con Phoebe Bridgers, que aunque soñadora e inusual para Parks, no alcanza las expectativas que surgen al juntar a dos artistas emblemáticas como ella.
Si hay algo que criticarle a My Soft Machine, es que a veces da la sensación de que el álbum trata de extenderse en muchas direcciones al mismo tiempo: en algunos casos funciona, pero en otros, deja las canciones un poco planas. Dog Rose es una de esas que nunca termina de despegar y se queda estancada en un sonido bastante impersonal, y aunque es agradable escuchar a Parks en diferentes estilos, su sonido y presencia fue lo que nos atrajo a su música en particular. Sin embargo, hay que reconocer que temas como mucho reconocimiento en canciones como I’m Sorry y Room (red wings), así como en la final, Ghost, los ritmos lánguidos y los tonos lo-fi disueltos, las frases llamativas y humorísticas como Without you, I’m devastated / Now I just want to eat cake in a room with a view nos devuelven a la Parks que nos llamó la atención cuando la conocimos, pero en general, puede que los cambios de estilo dejen a algunos oyentes extrañando los sonidos del priemr álbum.
My Soft Machine es un álbum que está hecho con mucho corazón y mucha voluntad: Arlo Parks cuenta sus historias con el alma, sin miedo a compartirlas mientras que bajo las letras fluye un mundo sonoro suave y fácil de digerir. El sonido está totalmente basado en la guitarra, pero el paisaje sonoro se completa con capas sintetizadas de ensueño, baterías lo-fi y líneas de bajo oscilantes como elementos exquisitos. Aunque en sus anteriores lanzamientos había una plenitud, una obviedad y una sensibilidad que a veces extrañamos en estos nuevos temas, aún así parece esperanzador, tanto en sus letras (cuando las canciones se aferran a lo que duele y lo resuelven) como en la música (cuando hay una clara voluntad de intentar seguir adelante). La música se siente viva y anhelante, en movimiento. Aunque las esperanzas iniciales no se cumplen del todo, My Soft Machine hace que queramos seguir acompañando a Arlo Parks en su viaje musical.
Escucha My Soft Machine en su totalidad a continuación.
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