Adele
30

Cada nuevo álbum de Adele es un acontecimiento. En una época de sobresaturación, sigue siendo uno de los pocos iconos mundiales realmente reconocibles: un nombre de una sola palabra, su vida dividida en distintos capítulos, cada uno de ellos vinculado a una edad importante o a un momento decisivo de su vida. Su cuarto álbum, estrenado hace menos de una semana y bajo el nombre de 30, tiene un significado personal y una resonancia emocional que posiblemente empequeñece incluso las alturas de su trabajo anterior. Comienza hablando de su divorcio de Simon Konecki, luego pasa a la maternidad, su necesidad de independencia y los sentimientos de fracaso personal y marasmo emocional que pueden seguir a esa experiencia.
Musicalmente, también, este es su álbum más diverso hasta la fecha, pasando de sinfonías callejeras de soul-funk a un éxito de country-pop a cuerdas de Hollywood, sin dejar atrás las baladas desgarradoras que solo Adele puede ofrecer. El larga duración abre con un momento de puro melodrama: Strangers By Nature, que nos hace imaginar a una Adele con velo negro cantando letras como I’ll lay flowers in the cemetery of my heart/ For all my loves, in the present and in the dark, y presentando un laberinto de sentimientos por los que navegar antes de que Easy On Me llegue a nuestros oídos como una de las pistas más Adele del disco, pero una que se apoya estilísticamente en su pasado. Le sigue My Little Love, que ofrece otra visión conmovedora, una discusión franca sobre la ansiedad y su impacto, y que incluye notas de voz de la artista para su hijo, en donde incluso la escuchamos llorar, contando lo sola que se siente. Es un momento tan inesperado y vulnerable que nos sorprende que alguien tan privada como ella haya decidido incluirlo.
Más adelante escuchamos Cry Your Heart Out, que se abre con un coro de voces angelicales profundamente distorsionadas, y con efectos digitales un tanto trippy que nos alejan por completo del mood característico de Adele. Sin embargo, el tema cambia una vez más, disolviéndose en una especie de ejercicio de soul de los 60 que demuestra el dominio de la británica de los sonidos clásicos. Oh My God es un tema puramente gospel, con Adele encontrando la redención en la soltería antes de encontrarnos con una de las pistas más inesperadas del álbum, el tema country-pop Can I Get It, liderado por el productor Max Martin, que es seguido por la sombría balada nocturna I Drink Wine, una de nuestras favoritas de la producción.
Adele nos lleva a considerar la soledad de la vida en Los Ángeles, esta ciudad en expansión en la que hasta el más simple de los desplazamientos puede paralizarte, emocionalmente o de otro modo, un sentimiento que palpita en All Night Parking, una historia lírica de seducción que continúa en Woman Like Me, que se construye en torno a un hermoso riff de guitarra acústica, siendo el estruendo de las notas el momento más espartano del disco. Hold On, coescrita por Dean Josah Cover, se acerca aún más a la realidad, con voces acompañadas por un coro que se anuncia como “los amigos locos de Adele”. Sin embargo, esta dinámica se disuelve en el siguiente tema: To Be Loved, una de sus mejores canciones hasta la fecha, y cuyas notas de piano permiten a Adele realizar piruetas vocales dignas de Whitney Houston en toda su gracia. Escrita junto a su colaborador, Tobias Jesso Jr., la evidente belleza de la melodía y la estructura de acordes contrasta fuertemente con la audacia y la naturaleza catártica de las letras: nunca antes se había mostrado tan abierta, tan franca. Nos despedimos de ella con Love Is A Game, que ve a la cantante volver a la mesa de la ruleta, jugando una vez más con su corazón con una producción de Inflo absolutamente sublime. Es una canción que ofrece un cierre, pero no una resolución; si el álbum se abre con melodrama, termina con una redención personal, Adele simplemente declarándose libre y sin compromisos.
No hay duda de que 30 es una obra de triunfo personal y artístico para Adele, pero no está exenta de defectos. A pesar de toda su amplitud estilística y de sus atrevidas desviaciones, el álbum persiste un poco en el sonido del pop californiano mientras que algunos elementos nuevos, como la música country de Max Martin, no encajan del todo en la paleta general. Pero estos son simplemente detalles pequeños que criticar en un álbum muy grande de la cantante. El equilibrio aquí es casi perfecto, combinando lo que sus fans quieren escuchar con nuevas y audaces ideas. Un álbum de profundidad romántica, de introspectiva personal y de un capítulo de vida del que Adele se despide para alcanzar un nuevo nivel en su estratosférica carrera. Uno de los mejores discos de 2021.
Escucha 30 en su totalidad a continuación.
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