
Q&A con la fotógrafa Griselda San Martín: “Migrar no se trata solo de cruzar una frontera, va mucho más allá”
Durante los últimos años, el mundo ha sido testigo de una crisis migratoria sin precedentes: desde los millones de sirios desplazados por un conflicto sin final, pasando por los africanos que cruzan por las mortales aguas del Mediterráneo para tratar de conseguir una mejor vida en Europa y hasta los venezolanos que caminan por Sudamérica con solo un morral y sus recuerdos, hoy más que nunca vemos que son muchos los humanos que no pertenecen realmente a ninguna parte, pues aunque vivan en otro lugar, su corazón siempre está dividido entre la nostalgia y el anhelo.
Con estos movimientos masivos humanos, sin duda llegan la xenofobia, el racismo y el ánimo de control de gobiernos, quienes consideran a los recién llegados poco menos que una plaga humana que hay que mantener fuera de las fronteras. Así nacen los impedimentos legales, los campos de confinamiento, y sobre todo los muros, que dictan quiénes pueden y no pueden entrar.
Poco a poco, las fronteras físicas crean divisiones simbólicas que refuerzan la dicotomía del “nosotros contra ellos,” en la que los migrantes son percibidos como una amenaza a las narrativas tradicionales arraigadas en varias comunidades, como la de los Estados Unidos. La existencia de estos cercos ilustra el sentimiento anti-inmigrante, legitima las prácticas de exclusión y justifica las duras acciones del gobierno. Una vez construidos, se convierten en características permanentes del paisaje geopolítico, así como un crudo recordatorio a los migrantes de que no pertenecen a ese país.
Así describe la fotógrafa documental española Griselda San Martín uno de sus proyectos más recientes, llamado sencillamente El Muro, un proyecto documental sobre el Parque de la Amistad, un tramo de la frontera entre Estados Unidos y México donde familias divididas por leyes migratorias se reúnen para compartir momentos con sus seres queridos a través de la valla que los separa.
Mostrando y enfatizando las relaciones humanas y las interacciones a través del muro en la frontera, San martín busca contrarrestar la finalidad con la que la barda fue construida: separar. “Mi objetivo es transformar el discurso sobre seguridad fronteriza en una conversación sobre la visibilidad de los migrantes para desafiar los prejuicios y estereotipos, y poner de manifiesto la existencia, complejidad y relevancia del fenómeno migratorio”, dice.
El trabajo de San Martín se centra en los temas de la inmigración, la deportación, la desigualdad y los abusos de los derechos humanos a través de una óptica de identidad y pertenencia, y su enfoque actual es la creciente comunidad hispana en los Estados Unidos y las implicaciones sociopolíticas de las narrativas reaccionarias que representan a los inmigrantes y las minorías étnicas. Su trabajo explora la vida transnacional y las prácticas que vinculan a los individuos, las familias y las redes sociales a través de las fronteras políticas.
La obra de San Martín desafía las suposiciones populares sobre los inmigrantes y ofrece una perspectiva alternativa: una comunidad marginada que demuestra resistencia e ingenio en medio de situaciones difíciles.
Recientemente, conversamos con ella para hablar de este importante trabajo, por qué la experiencia de ser migrante va mucho más allá del movimiento humano, y por qué es imposible no involucrarse emocionalmente con la realidad que se vive en la frontera entre México y los Estados Unidos.
“Yo entiendo lo que es estar lejos de mi tierra, aunque pueda ir y venir a mi antojo. Lejos de mi familia. Entiendo el sentimiento de no llegar a pertenecer a un lugar. Todos estos temas son los que exploro en mis proyectos. Pero no como un lamento, sino celebrando la fuerza y resiliencia del ser humano”.






Griselda, gracias por hablar con nosotros. ¿Podrías, por favor, contarle a nuestros lectores un poco sobre ti y cómo terminas convirtiéndote en fotoperiodista?
Llegué al mundo del fotoperiodismo a través de la fotografía, y de hecho, en algunas ocasiones, prefiero definir mi trabajo como fotografía a secas o en todo caso, fotografía documental, ya que el término fotoperiodismo para mí conlleva un poco un tinte de noticia, hard news en inglés, las noticias que pudieran aparecer en la primera plana de un periódico. Sin embargo, mi trabajo es mucho más lento, más documental. Mis proyectos duran meses, años.
En un primer momento empecé con la fotografía a documentar mi vida diaria, la de mi familia y en los viajes a otros lugares, la de la gente que me encontraba en el camino. Además de la fotografía soy muy aficionada al cine. El lenguaje cinematográfico y su carácter documental y íntimo a la hora de contar historias es una influencia constante en mi trabajo.
Formalmente tengo una maestría en Periodismo por la Universidad de Colorado y soy graduada del programa de Fotografía Documental en el ICP (International Center of Photography) de Nueva York, ciudad en la que resido en la actualidad.
Los problemas sociales, especialmente la migración y los obstáculos que enfrentan los migrantes en los Estados Unidos, son temas constantes en tu trabajo. ¿Podrías decirnos qué te motiva a exponer estos temas?
Creo que las migraciones son un tema fundamental que hay que abordar desde cualquier disciplina. En mi caso, utilizo el análisis visual y más enfocado al aspecto identitario. Pero en el fondo trato que la persona que ve mi trabajo se cuestione sobre la situación que estamos viviendo. No mostrando imágenes de dolor y sufrimiento, sino la vida cotidiana y lo que suponen las leyes migratorias para los protagonistas de mis imágenes, de mis proyectos.
Además siento una conexión personal con el tema, no del estatus migratorio, sino identitario. Ser migrante, aunque desde mi situación privilegiada, es un punto en común. Yo entiendo lo que es estar lejos de mi tierra, aunque pueda ir y venir a mi antojo. Lejos de mi familia. Entiendo el sentimiento de no llegar a pertenecer a un lugar. Todos estos temas son los que exploro en mis proyectos. Pero no como un lamento, sino celebrando la fuerza y resiliencia del ser humano.
Tu trabajo sobre la división de las familias a causa de las deportaciones en la frontera entre México y Estados Unidos es conmovedor. ¿Cómo haces para que no te afecte personalmente la separación entre las familias que ves a través de la lente de tu cámara?
Es imposible que no te afecte. Claro que me afecta. Si no me afectara no creo que pudiera crear las imágenes que a su vez espero que “afecten” al que las mira. No para generar lástima, sino todo lo contrario. Para mostrar la realidad de lo que es el día a día para las familias que están separadas. Porque migrar no se trata solo de cruzar una frontera. Va mucho más allá. Es una constante separación. Y en este proyecto el muro es un símbolo claro, inequívoco, de esta separación.
¿Qué podemos hacer las personas comunes que queremos ayudar a los migrantes?
Tratar de entender, preguntar, cuestionar las narrativas dominantes que identifican a los migrantes con criminales. Estudiar, conocer otras culturas. Hablar con gente de otros lugares. Pensar.
“Como ser humano, la gran recompensa de mi trabajo ha sido poder aprender de los individuos que me han permitido retratar sus vidas y me han abierto las puertas de sus hogares y de sus corazones. Agradezco poder contar sus historias y al mismo tiempo siento una gran responsabilidad de hacerlo bien, reflejando sus dedicación y sacrificios, con dignidad y respeto”.






Háblanos un poco sobre tu libro Lost II Tijuana. ¿Qué te motivó a hacerlo?
La primera vez que fui a Tijuana me encantó la ciudad, la gente, las historias. La mezcla. Y sin embargo todo lo que había escuchado sobre Tijuana era muy negativo. Para mí, todo el tiempo que pasaba en este lugar era un regalo. Realicé varios proyectos en la zona. Pero fue recientemente que el fotógrafo y editor Kris Graves me invitó a participar en la serie Lost II, donde varios fotógrafos exploran diferentes lugares. Me pareció una ocasión ideal para poder hacer un homenaje a uno de los lugares más fascinantes que conozco. Lleno de contrastes y maravillas. Me puse a buscar en mis archivos y así fue como nació Lost II Tijuana.
¿Cuál ha sido tu mayor aprendizaje como periodista, fotógrafa y ser humano en todo este proceso de fotografiar esta serie?
Como ser humano, la gran recompensa de mi trabajo ha sido poder aprender de los individuos que me han permitido retratar sus vidas y me han abierto las puertas de sus hogares y de sus corazones. Agradezco poder contar sus historias y al mismo tiempo siento una gran responsabilidad de hacerlo bien, reflejando sus dedicación y sacrificios, con dignidad y respeto.
Como periodista creo que es muy importante contribuir a contrarrestar estas narrativas dominantes que se alimentan de retóricas racistas y simplistas. Creo necesario mostrar las historias reales de los individuos.
Como fotógrafa mi mayor aprendizaje ha sido el de acercarme a las personas, entrar en sus casas, tratar de captar en un retrato toda la humanidad de sus experiencias de vida. Al principio eso fue lo más difícil. Entrar en sus casas me parecía algo imposible. Me escudaba en el término street photography. Ahora no puedo imaginarme retratar a alguien sin tener una conversación de horas y sin regresar al día siguiente, y a los dos días, sin probar su comida y compartir una sobremesa.


¿Cómo hace alguien para iniciarse en el mundo del fotoperiodismo, y qué recomendaciones le das a los aspirantes a fotógrafos?
En la actualidad, hacer buenas fotografías está al alcance de muchos. Uno tiene que ir más allá. Es la idea que subyace lo que es verdaderamente importante. Hay que tener algo que decir. Y hay que tener claro qué se quiere decir. La planificación es fundamental. Y por supuesto la pasión. Y estoy hablando sobre fotografía documental. Si no te apasiona el tema en el que vas a trabajar por meses o años, eso se va a reflejar en las fotos. Y fundamental es también la conexión con los individuos.
¿Si pudieras cambiar algo de este mundo, que cambiarías?
Quiero entender que la pregunta se refiere al mundo de la fotografía documental. En ese caso, creo que el cambio más necesario es quién está detrás del lente. La importancia de quién crea las imágenes está subestimada. Es importante que haya más diversidad, más mujeres, más historias personales, más fotógrafos locales contando las historias de sus comunidades. Más oportunidades para aspirantes a fotógrafos con pocos recursos. Y del mundo en general, pues un poquito más de educación, humildad y empatía.
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