
Nostalgia, dream pop, liberación y empoderamiento en la pista del segundo día de Primavera Sound 2025
El segundo día del Primavera Sound arrancó de una manera más cálida con una jornada menos caótica pero no por eso menos intensa. A medida que el sol se acercaba al horizonte, las tres hermanas de HAIM tomaron el escenario y lo transformaron en un espacio de pura vibra californiana: guitarras afiladas, humor improvisado y una energía que logró hacer del crepúsculo barcelonés un momento casi cinematográfico. No hay otra banda que pueda mezclar nostalgia y rock chic con esa autenticidad tan suya.




Luego llegó la bruma. Beach House, como salidos de un sueño demasiado largo para recordar, envolvieron el festival en capas de luz y niebla sonora. Su dream pop lisérgico y meditativo arrastró a miles a un estado de suspensión emocional se podía observas a las personas en un viaje personal en la manera de como disfrutar temas como Space Song. Victoria Legrand cantaba y parecía que el tiempo se detenía. Fue un concierto que no gritó, pero retumbó en el cuerpo como un eco. Y mientras las luces giraban lentas, el viento traía consigo un olor ahumado muy particular: marihuana flotando en el aire, como una especie de incienso involuntario para acompañar la experiencia mística y cerrando su presentación con el increíble tema Silver Soul.


Y luego vino el giro inesperado con el calor de la noche: Sabrina Carpenter, ese supuesto “producto Disney”, se encargó de dinamitar cualquier idea preconcebida. Con un show cargado de energía, sensualidad y lírica afilada, rompió por completo con el molde de “niña buena” y lo convirtió en arma pop. Cada canción fue una declaración: sobre el deseo, el autocuidado y el arte de soltar lo que ya no sirve. El público respondió como frente a un manifiesto de liberación, coreando cada línea con fervor y una entrega total. El despliegue técnico fue igual de rotundo: visuales milimétricos, coreografías impecables y una iluminación pensada para subrayar cada giro emocional de la experiencia SC.


Temas como Feather, Please Please Please, Nonsense y Because I Liked a Boy resonaron como himnos de una generación que se sabe contradictoria, sexy y emocionalmente caótica. Incluso se permitió jugar con su público improvisando líneas nuevas al final de “Nonsense”, como acostumbra hacer, desatando la euforia colectiva. Entre canción y canción, Sabrina demostró también su encanto para conectar: se lanzó con frases en español —incluyendo un espontáneo “muy, muy caliente” para quejarse del calor—, provocando carcajadas, aplausos y una sensación general de que estábamos presenciando algo más grande que un show pop: un momento de transición hacia su consolidación como estrella absoluta.


Después, Wet Leg nos recordó que el sarcasmo también puede ser sexy. Su indie rock desinhibido y casi burlón, lleno de riffs juguetones y letras que se mueven entre lo absurdo y lo afilado, aportó una dosis de ligereza punk a una noche cargada de emociones. Sonaban como si no les importara nada, y precisamente por eso, importaban mucho.


Para cerrar, cuando el cuerpo ya pedía cama pero el alma exigía más, Floating Points apareció como un alquimista del beat. Sus mezclas precisas —tan cerebrales como físicas— se encargaron de retener a la multitud en trance, preparándola para seguir flotando con Anotr y Amelie Lens hasta que el amanecer se colara entre los edificios de la ciudad. Fue una noche en la que bailar también se sintió como una forma de resistencia.


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