
Mónica del Raval, la musa y ex trabajadora sexual de Barcelona que no se dejó callar
En las calles del Raval, Barcelona, entre luces de neón y ecos de la noche, hubo un nombre que resonó con fuerza durante décadas: Mónica del Raval. Fue icono, leyenda y símbolo de resistencia. Mónica no fue solo una trabajadora sexual, sino un pedazo vivo de la historia de la ciudad española. Su figura, envuelta en plumas, lentejuelas y una actitud indomable, desafió prejuicios y conquistó el corazón de un barrio que, como ella, nunca se rindió. Y aunque ya no esté entre nosotros, queremos que conozcas a la reina del Raval, la musa de Barcelona.
Una Superviviente Nata
Nació en los años 60 en una España gris y represiva, y pronto entendió que el mundo no estaba hecho para almas libres como la suya. A pesar de nacer en tiempos del franquismo y una sociedad muy machista, Mónica encontró encontró en las calles del Raval un refugio y, al mismo tiempo, un campo de batalla. Fue en los años 80 cuando se consolidó como una de las figuras más reconocidas del barrio. Barcelona vibraba al son de la filosofía del punk, pero también con la sombra del SIDA y la marginación. Mónica, con su ingenio y carisma, supo navegar esas aguas turbulentas y se convirtió en una protectora para muchas chicas jóvenes que llegaban perdidas a la ciudad.


La Reina de las Plumas
Si hubo algo que definió a Mónica, además de ser una mujer muy directa y campechana, fue su estilo inconfundible. Lencería vintage, medias de rejilla, tacones de aguja y, siempre, una corona de bisutería con diamantes y un par de pendientes que brillaban bajo la luz de los faroles. Ella seguía su propia moda, nunca se fijó en nadie. Su estilo venía de su propia personalidad con ligeros guiños a sus grandes mitos como Marilyn Monroe y Pamela Anderson, mezclado con el descaro de quien sabía que la elegancia también podía ser una provocación. Para Mónica, la moda fue armadura y bandera: una forma de reclamar su espacio en un mundo que siempre quiso invisibilizarla.
Vanguardismo y arte
Mónica también fue objeto de libros, como Décollage. Mónica del Raval como vanguardismo (2019) de Javier Morelope, un viaje íntimo y audaz hacia el corazón de una mujer que desafió las convenciones para erigirse como un ícono de la libertad y la expresión. A través de sus páginas, Morelope no solo retrata a Mónica del Raval como una figura transgresora del Raval barcelonés, sino que la eleva a la altura de las grandes vanguardias del siglo XX. Con su maquillaje desafiante y su estética provocadora, Mónica se convierte en un lienzo vivo, donde el arte y la vida se funden en una danza de anarquía y belleza. El libro es un homenaje a su lucha por la autenticidad, un canto a la rebeldía de quien, desde las sombras de la calle, iluminó con su presencia el underground de una ciudad en constante transformación.

El Raval y Mónica, un amor para toda la vida
El barrio había cambiado, la gente había llegado y se había ido, pero Mónica siguió ahí, como un faro. Los nuevos hipsters, los turistas curiosos y hasta los políticos pasaron por su acera, pero nadie la doblegó. En 2015 se retiró como trabajadora sexual. Sin embargo, siguió apoyando a sus compañeras y reivindicó su legalización. Estaba harta de la persecución y la precariedad a la que se veían sometidas. Esto hizo que su legado perdurase, así como sus constantes participaciones en películas, videoclips, sesiones fotográficas, eventos en bares y discotecas y, sus famosos calendarios, que hoy en día, son cotizadas obras de arte. Fue madrina, confidente y símbolo para una generación que aún luchaba por derechos y respeto. Su historia fue la de una mujer que se hizo a sí misma, entre risas, dolor y mucho, mucho glamour.

Un recuerdo en sus propias palabras
Una de las preguntas del libro Décollage. Mónica del Raval como vanguardismo (2019) de Javier Morelope hacia Mónica es: ¿Cómo te gustaría que te recordaran?. Ella responde: “¡Ay, madre mía! La verdad es que me gustaría que me recordaran SIEMPRE. Yo me acuerdo que mi padre, cuando estuvo enfermo, —que nunca le dijimos que se iba a morir, aunque él se lo imaginaba—, decía: ‘siempre acordaros de mí’. Yo también digo lo mismo. Me gustaría que me recordaran como una persona buena, honesta, trabajadora, humilde, con valores muy humanos y, también, muy mitómana. O sea, muy artista y, por supuesto, muy DIVA. Esto me encantaría. Además, que digan que Mónica ha hecho muchas cosas por el Raval, me refiero a que le he dado mucho nombre. Además, he trabajado mucho y muy duro en ello en varios ámbitos”.
Finaliza: “Y que cuando yo me muera o falte, —muchas veces lo pienso y digo: ‘¡qué mala suerte, coño!’—, ojalá hubiera tenido una hija que me reemplazara. Nadie va a ver pasear a otra rubia con los ojos pintados como los llevo yo. Y la gente lo va a echar de menos, sinceramente”.
Nuestro más profundo agradecimiento a Javier Morelope por su aporte en esta historia y por cedernos el uso de las imágenes de Mónica del Raval.
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