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Los tres fundadores del Sónar abandonan el festival

Sónar 2025
Words Carlos Molina Reading 3 minutos

El Sónar ya no es de quienes lo soñaron. Enric Palau, Ricard Robles y Sergio Caballero, los tres fundadores que desde 1994 convirtieron el festival barcelonés en un referente mundial de la música electrónica y la cultura digital, han abandonado definitivamente el proyecto, según adelantó La Vanguardia. Su salida marca un antes y un después: el nuevo CEO será François Jozic, fundador de Brunch Electronik, ligado desde hace años a Superstruct Entertainment, empresa que desde 2018 posee la mayoría de las acciones del festival.

El anuncio llega apenas unos meses después de la edición más controvertida de la historia del Sónar. En 2025, más de treinta artistas —entre ellos Arca, La Élite o Juliana Huxtable— se retiraron del cartel tras conocerse que Superstruct forma parte del conglomerado KKR, un fondo de inversión acusado de mantener vínculos financieros con proyectos israelíes en territorios ocupados. Lo que comenzó como una protesta ética terminó por sacudir los cimientos del evento, tradicionalmente asociado a la innovación, la disidencia y la reflexión crítica sobre la cultura.

Desde la organización, el festival intentó contener la crisis. En un comunicado, aseguró que “ni un solo euro” llegaba a KKR y que el Sónar “no tiene control ni voz ni voto” sobre las decisiones del fondo. Pese a la controversia, el evento cerró su edición con más de 161.000 asistentes, una cifra récord que contrasta con la desconfianza de parte del público y la comunidad artística.

La salida de sus tres fundadores no solo simboliza un cambio de liderazgo, sino de filosofía. Durante tres décadas, Palau, Robles y Caballero mantuvieron el equilibrio entre lo experimental y lo masivo, entre lo local y lo global. Su marcha deja al Sónar completamente bajo la órbita corporativa de Superstruct, que también gestiona festivales como Arenal Sound, Resurrection Fest o Viña Rock. Con ello, el festival que nació del underground barcelonés se enfrenta ahora a la lógica de los grandes fondos y al desafío de conservar su identidad.

El futuro del Sónar dependerá de si logra reconciliar su espíritu original con la nueva realidad empresarial. En tiempos donde la cultura y el capital se cruzan con la ética, el festival se asoma a una pregunta incómoda: ¿puede un evento nacido para cuestionar el sistema sobrevivir cuando pertenece al sistema mismo?

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