Los gatos domésticos están relacionados con un riesgo doble de esquizofrenia, según estudio
Un metaanálisis exhaustivo de 17 estudios realizados en 11 países a lo largo de 44 años respalda rotundamente la creciente evidencia de que compartir el hogar de la infancia con un gato está relacionado con un aumento significativo en el riesgo de desarrollar esquizofrenia. Los científicos del Centro de Investigación de Salud Mental de Queensland, Australia, examinaron los resultados de esos estudios internacionales y, al ajustar según las comorbilidades, descubrieron que la compañía infantil con amigos felinos conducía a una estimación de riesgo conjunto para la esquizofrenia de 2,24 veces mayor que el de crecer sin un gato en casa, de acuerdo con la investigación publicada en Schizophrenia Bulletin.
Si bien no había una edad común en la que la exposición fuera motivo de mayor preocupación, el consenso fue que la ventana de riesgo existía durante los años de la niñez. Un estudio finlandés relacionó los trastornos mentales con la exposición de gatos a menores de siete años, mientras que una investigación del Reino Unido dijo que se estableció un vínculo en niños que tenían entre cuatro y 10 años. Pero los investigadores también dicen que se necesita más trabajo para comprender la conexión y los muchos factores que podrían influir en el diagnóstico de un trastorno relacionado con la esquizofrenia en una etapa posterior de la vida.
La causa sugerida de este factor de riesgo, sin embargo, es bien conocida por los científicos: el parásito de los gatos domésticos, Toxoplasma gondii. Si bien también se transmite a través de carne poco cocida y agua contaminada, uno de sus trampolines frecuentes es a través de huevos a través de heces de gato. Durante mucho tiempo se ha relacionado con cambios en el sistema nervioso central (SNC) y la función cerebral. El parásito puede esconderse en un huésped humano durante toda la vida y es poco probable que las personas sanas muestren algún síntoma porque el sistema inmunológico puede mantenerlo a raya. Sin embargo, las mujeres embarazadas y las poblaciones más vulnerables enfrentan un riesgo mayor, y los niños también podrían ser parte de este grupo.
Si bien podría ser fácil suponer que los gatos trajeron esta compleja infección a los hogares de los humanos, son simplemente un huésped soñado para el parásito, pues los intestinos de los gatos domésticos no poseen una enzima llamada delta-6-desaturasa, que en otros mamíferos forma una barrera bioquímica para los objetivos de reproducción del parásito. Los gatos, a quienes en su mayoría no les molesta el parásito y no muestran signos de enfermedad, arrojan millones juevos en las heces, que terminan en sus patas y pelaje, que luego pueden entrar en contacto con los humanos. Aunque el parásito no puede completar su ciclo de vida en un huésped humano, en su forma diminuta puede evadir el sistema inmunológico y atravesar la barrera hematoencefálica para causar estragos en el SNC y el cerebro.
Si bien es necesario trabajar mucho más para examinar exactamente por qué ciertos niños son más vulnerables a trastornos de salud mental específicos en la edad adulta, los investigadores sugieren ser conscientes de la importancia de las buenas prácticas de higiene entre los niños con gatitos. “Nuestra revisión respalda la asociación entre tener un gato y los trastornos relacionados con la esquizofrenia”, dijeron los investigadores. “Nuestro campo necesita generar nuevos factores de riesgo ambientales candidatos, especialmente aquellos que son potencialmente modificables”. Sin embargo agregaron que “se necesitan más estudios de alta calidad, basados en muestras grandes y representativas, para comprender mejor tener un gato como un posible factor modificador del riesgo de trastornos mentales”, concluyeron.
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