
Entrevista al artista chileno Fernando Gómez Balbontín: “La vida en sí es un acto de desprendimiento”
mor.bo entrevistó al artista chileno Fernando Gómez Balbontín en el contexto de la muestra que estará abierta a todo público en el emblemático espacio céntrico de la ciudad. El 16, 17 y 18 de noviembre, Galería CIMA presenta la exposición Desfiguración de este pintor, la cual estará abierta a todo público en el sorprendente espacio cultural ubicado en el penthouse y terraza del edificio de Merced 22.
Fernando Gómez Balbontín nació en 1981 en Santiago, y es titulado en Arquitectura. Su trabajo como creador le ha permitido ser parte del circuito de arte contemporáneo participando en diferentes instancias tanto en el país como en el extranjero, entre las que destacan el tercer lugar obtenido en 2011 en el concurso Arte Joven del MAVI, la residencia Da Wang Culture Highland en Shenzhen, China; y la muestra Art Paris, Galería en línea Saatchi de París, Francia.
“Uno tiene que luchar con el ego. La forma que tengo es intentar estar consciente. El acto de desprendimiento, el acto de pretender”.

Fernando Gómez Balbontín. Fotografía: Francisco Vergara para mor.bo
¿Quién es Fernando? ¿Qué alimenta tu obra, desde tu interior?
Mi necesidad de refugio. Eso es como lo más esencial desde niño. Yo en el colegio me hacía el enfermo y me quedaba pintando. Así nace lo que hago, a modo de refugio. Y siempre pinté en mi pieza, en la casa de mis viejos que no era muy grande. Bueno, cuando estaba pintando mi viejo ya no estaba, estaba conectado con el rollo de la muerte. Mi papá murió el 2004.
Eras un adolescente cuando murió.
Yo tenía 21 años. Estaba en la universidad.
¿De qué forma tu empezaste a encontrar este refugio, de qué formas te acostumbras a él? El refugio es como íntimo, pero la intimidad se vuelve el objeto de comunicar y lo que está conociendo la gente sobre ti. ¿Cómo llevas eso y cómo se manifestó eso en tu crecimiento?
Se fue concientizando, pero muy de a poco. Hace muy poco puedo entender cuál es el rol de la pintura. Realmente hace poco pude sentir que la pintura para mi es una necesidad y mi meditación.
¿Cómo se acerca la gente a este tipo de lenguaje? Tú me hablas de la consciencia desde el aspecto técnico o del contenido de la pieza?
En el aspecto de todo, porque pinto.
Y estas personas que aprecian tu trabajo, ¿de qué forma entienden o crees que interpretan esta concepción que has formado?
Para la gente en general mi trabajo es perturbador. Esa es una buena palabra. Por eso quizás me perturbó un poco, porque lo es. Aunque quizás yo no tenga la intención de ese resultado, por lo tanto entiendo que el arte para mí es una sublimación, o sea, yo libero.

Fernando Gómez Balbontín. Fotografía: Francisco Vergara para mor.bo
¿Cómo es tu relación estética con el entorno? ¿El color y la forma son influenciados por tu contexto latino o industrial?
Ahí tiene que ver con lo que te decía antes, con mi contexto de niño. Siempre me sentí más desencajado que estudiante del Cumbres. Eso es lo que me pasa. No sé si ese ambiente era muy latino o muy real. Para mí es una representación bien exacta del capitalismo, ese contexto.
Y ahora que ya estás mayor y lo ves con otra visión ¿cómo evalúas la concepción de tu trabajo hasta este entonces? ¿Cómo fue este proceso de tomar decisiones donde finalmente pones en cuestión tu propio nicho y crecimiento en pos de avanzar?
Por conflictos personales. Yo estaba en un ambiente de bastante dinero, pero para mi fue siempre extraño y yo no estaba consciente de eso porque venía de una familia tradicional, pero en una casa chica. Quizás me sentí discriminado en un momento. Cuando mi viejo me fue a buscar en su escarabajo que le encantaba, en el colegio decían, “mira, ese niño viene en una citroneta”, eso era como el concepto loquísimo. Desde ese momento a mí me daba vergüenza que mi hijo me fuera a dejar en ese auto. Mi papá tenía dos autos, una vez se compró uno por la restricción. Esos acontecimientos me quedaron en el inconsciente pero ahora lo racionalizo. No sé desde que mi casa era del porte de la cocina de la mayoría de mis compañeros. Mi familia en general era como mi colegio, entonces me sentía aislado.
¿En tu familia alguien pintaba?
Yo supe que mi viejo era muy bueno para dibujar después de que murió porque no hablaba nada, era muy silencioso. Y tengo tías abuelas que estudiaron Bellas Artes.
¿Pero tenías frecuencia con ellas?
Sí, iba a la casa de mi abuela y ella tenía cuadros. Ellas pintaban naturalezas muertas con unos colores increíbles, pero no había como una actitud vanguardista. De hecho, cuando yo empecé a pintar no entendían absolutamente nada. Hubo un acontecimiento específico. Siempre existió como esta realidad de estar en este contexto, pero en 1998 cuando a mi viejo le empezó a ir mal por la crisis económica, se fue para abajo y a los tres años después le dio cáncer y al año de eso, murió. Y ahí mi mundo cambió. Desde niño estaba acostumbrado a ir a la Clínica Alemana por el seguro del colegio y después no teníamos ningún peso y mi padre murió en una cama rota como con diez pacientes más en el Sótero del Río. A mi eso me marcó mucho, bueno eso y otros conflictos que vienen después con mi familia, de lucas. Todas las familias tienen ese tipo de conflictos pero quizá eso fue, vivir esas dos realidades.
¿Tú te fuiste del colegio o te quedaste ahí mismo?
Siempre estuve ahí. En la universidad estuve en la Finies Terra.

Fernando Gómez Balbontín. Fotografía: Francisco Vergara para mor.bo
“A veces las personas me dicen, ‘oye, pero qué caros tus cuadros’. Y digo, ‘bueno, ¿y cuánto cuesta tu auto?'”
¿Cómo desarrollaste tu trabajo de la pintura a la arquitectura?
El enfoque que yo aprendí en la universidad fue bien humano, bien filosófico y enfocado al proceso de creación y a lo más importante de un edificio cualquiera que es el habitar de un ser humano donde uno se desenvuelve. Eso construye realidades, barrios, ciudades y países. Los procesos de creación de estos proyectos son muy interesantes, había mucha investigación, mucha observación de espacios. El dibujo que yo tenía en la universidad casi ya no importaba, lo que importaba era lo que tu veías a través del dibujo. Ahí empecé a desarrollar el interés por la filosofía de la arquitectura, más que ponerme hacer tornillos u otras cosas.
¿Trabajas en arquitectura?
Cuando tuve una crisis. El momento previo a crear esta serie, trabajé un mes. Y después con mi ex que es arquitecta, también hicimos un proyecto juntos que duró más de un año. Hoy en día no estoy en nada en arquitectura. Pero he tenido la suerte de vender algunos trabajos, no muchos pero a buen precio, en el extranjero.
¿Cómo es que te valoren más afuera que en Chile? ¿O es un asunto adquisitivo?
Es un asunto cultural absolutamente. A veces las personas me dicen, “oye pero qué caros tus cuadros”. Y digo, “bueno, ¿y cuánto cuesta tu auto?”. No se lo digo directamente, pero hay harto de eso en esta serie. Es un lenguaje que comunica diferentes dimensiones. Me acuerdo cuando estaba recién pintando en la casa de mi vieja. Media el muro y decía, ya esto es lo más grande. Tuve conflictos relacionados con el capitalismo y el sistema.
¿Cuál es el pacto que haces con el galerista?
Yo empecé a vender como a 500 lucas, una serie previa que ni siquiera está en mi web. Llegaban tipos a comprarme cuadros y me regateaban brígido, onda ya 800 lucas y al final llegaba a 450.000 y cuando lo íbamos a dejar al auto, el auto costaba 70 palos. Entonces es algo muy simbólico. Eso se siente y es penca. Tú dices: yo me saqué la cresta en hacer un cuadro y más encima muchos tienen trabajo de meses y a la persona le importa un carajo. Incluso te hace sacar el cuadro de la galería. Yo caí en ese juego por ignorante y no saber cómo funciona.
¿Y luego tú le haces un seguimiento a tus cuadros?
Eso fue cuando empecé a vender acá. Después vino una crisis y me metí a trabajar como arquitecto, hice el primer cuadro de esta serie y con ese cuadro me gané este tercer premio. Con ese premio del museo me empezaron a pescar mucho afuera, eso me permitió llegar a distintos lados, uno de esos lados fue China donde me hicieron la invitación para hacer una residencia allá los meses que yo quisiera. Yo elegí tres meses, me pagaban todo menos el pasaje. Antes de eso me había contactado alguien de San Francisco a quien le mandé un par de cuadros y el tipo me decía cuánto cuesta. Y no sabes qué decirle, no sé, barato. Ahí cachai que allá es otra realidad paralela y que mucha gente quizás que no tiene un auto va a gastar 3 millones en un cuadro y que al final va valer más que auto a la larga. Entonces no es un asunto de plata. Es un tema cultural.

Fernando Gómez Balbontín. Fotografía: Francisco Vergara para mor.bo
¿Qué instancias permiten que tu trabajo se conozca?
Espero que esta exposición en Galería CIMA signifique una apertura y genere movimiento. Y que a partir de eso puedan surgir cosas. Paralelamente antes de desarrollar esta exposición, estoy intentando de postular a ciertas becas y poder financiar para poder seguir pintando.
¿Cómo te relacionas con la escena? ¿Tienes invitaciones de muestras colectivas?
No mucho.
Cuéntame de qué forma conociste al equipo de CIMA.
Yo conocí a los chicos de CIMA a través de una amiga que ella ubicaba a Pixel. Así se dio, por eso recién ahora estoy acá. Este lugar es muy simbólico porque es mi barrio. Yo estoy acá desde el 2012 y me siento identificado con este barrio. Por un lado la pintura para mí es un refugio y hasta me refugio de este circuito que a veces es muy blindado y falta mucha apertura, el arte es apertura.
¿Te dan ganas de cambiar el formato, trabajar en con otras técnicas?
Me gustaría. Con un amigo vamos a participar en un proyecto en el Museo Matta. Ahí lanzaron un concurso, eso tiene que ser otra cosa. Tiene que ver con el proceso de abrirme y exponerme, y así abrirme a otro tipo de proyectos.
¿Por qué los elementos industriales en tus cuadros son tan efímeros?
Es una forma de entender la muerte. Cómo sería el mundo si la muerte fuera normal.
¿Cuando fuiste al medio oriente entendiste cómo veían la muerte? ¿O es meramente intuitivo?
Esta serie surge de la visión occidental, las sensaciones que tengo yo. Cuál es el valor de la materia. Cómo nosotros acumulamos cosas. El auto, el avión es muy representativo de estos objetos propios del capitalismo.
Hay vacíos, quizás por una necesidad mía de mantener la calma frente a un contexto capitalista que es donde siempre he vivido. Un intento de ver esta realidad con calma. ¿por qué hay destrucción?, por ejemplo. También hay una niña corriendo, siento que esa imagen puede entregar una atmósfera de menos muerte y más vida. Es una contradicción constante, es una lucha que está en mi cabeza. Y no lo tengo muy claro.
Es una forma de querer ver el accidente de algo que no necesariamente constituye algo negativo en mi vida, aunque es una locura decirlo pero no es tan locura porque es lo único que tenemos seguro en la vida, el término de algo. Ahí tiene que ver con un tema del ego. De nuestra lucha humana. Yo intento desprenderme de eso, no sé si lo logro. La vida en sí es un acto de desprendimiento.
¿Por qué no hay sangre en tus accidentes?
Mi mejor amigo, con quien converso mucho, ha estudiado mucho la filosofía del Amazonas. Y él tiene una visión distinta al sufrimiento, entiende que es parte de la vida. Es lo que pasa con el tabaco, que en realidad es negro, pero te lo embellecen con una cajita bonita. Cuando tú intentas hacerle el quite a algo que posiblemente no te haga bien. Quizás por esa costumbre de evadir, trato de embellecer esta imagen terrible.
Uno tiene que luchar con el ego. La forma que tengo es intentar estar consciente. El acto de desprendimiento, el acto de pretender. Mi trabajo es pretencioso porque lo embellecí y eso también incluso es porque quizás quería venderlo, quería llamar la atención y provocar para generar algo.

Fernando Gómez Balbontín. Fotografía: Francisco Vergara para mor.bo
¿Qué referentes tienes de pintores chilenos?
Matta, he visto documentales. Lo estudié harto para llegar hacer lo que estoy haciendo ahora. Es maravilloso, es creador de mundo. Eso también es un conflicto que hay en la pintura. Una vez una amiga me dijo que la pintura no es arte, pero lo que yo entiendo cuando pinto pienso y siento, me ayuda a evolucionar. Eso en sí lo constituye en un elemento del ser humano.
¿Qué información quieres levantar con tu trabajo?
Hasta el momento he querido sublimar a través de mi pintura más que dar un mensaje. En esta etapa yo estoy descubriéndome, en eso estoy ahora. Siento que todavía no lo hago del todo y aún no tengo el mensaje muy claro. Me estoy liberando.
¿Cómo piensas que es la crítica?
Tengo respaldo académico. Aprendí a desarrollar estos procesos que me pueden llevar a crear algo, independiente que sea un edificio o un grito o todo a la vez. Todo está conectado. Esto se ramifica en cosas distintas.
Es complicado. Creo que no me he expuesto mucho como para entrar en ese conflicto. Creo que academia también, no quiero tener una postura extrema, pero representa mucho el capitalismo. Todo se conecta, la academia es un negocio. El arte no se estudia de la forma en que se estudia. El arte de construir desde lo que sea, pero no necesariamente de la academia. Tú puedes abarcar el arte desde muchas perspectivas.
¿Cuál es tu filtro?
Todo. Yo siento a partir de mi entorno.
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