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Album Reviews

Blood Orange

Essex Honey

Portada del álbum "Essex Honey" de Blood Orange.
10
Words Antonio Rodríguez Molina

Es curioso pensar en Essex como un paisaje emocional: un rincón del sur inglés que, en manos de Devonté Hynes, se convierte en mapa sonoro, archivo de memoria y archivo de duelo. Essex Honey, quinto álbum de Blood Orange, no es solo un disco; es un diario musicalizado, un recorrido entre la pérdida y la reconstrucción de uno mismo, tejido con la paciencia de quien sabe que las emociones no funcionan bajo las lógicas hiperproductivistas. El artista ha colaborado a lo largo de su carrera con Solange, Carly Rae Jepsen, Florence + The Machine, Sky Ferreira, Haim y FKA twigs, ayudando a crear algunas de las canciones más importantes de la segunda década de 2000. Desde Coastal Grooves hasta Negro Swan, Hynes ha explorado R&B experimental, pop barroco, soul atmosférico y electrónica con perspectiva queer; aquí, sin embargo, cada textura, cada silencio y cada transición abrupta parecen apuntar directamente al corazón del oyente, recordándole que la música también puede ser un acto de memoria y catarsis. Un ejercicio contemporáneo de reconstrucción de la identidad personal.

El álbum se narra en 14 canciones y 46 minutos de texturas lo-fi, instrumentación ambiental, células de piano, rasgueos de guitarra y cambios de dinámica que se sienten como olas impredecibles en un verano británico tardío, cálido y melancólico. Cada corte funciona como un microcosmos: lo acústico y lo digital se entrelazan, la voz de Hynes se multiplica en ecos íntimos, y las colaboraciones —Lorde, Caroline Polachek, Mustafa, Brendan Yates, Tirzah, Naomi Scott, incluso la novelista Zadie Smith— actúan como sombras, iluminando sin robar protagonismo. No es que estas voces acompañen, sino que nos recuerdan, sutilmente, que el duelo no es una experiencia aislada: hay otros que lo sienten, lo dicen, lo respiramos juntos, aunque nadie aparezca en portada. Acompañan y acompañamos. Y este ensemble de artistazos se reparte de forma libre por todo el disco configurando una especie de comité celestial del lado más emocional del pop. Las conversaciones grabadas que se cuelan en muchos de los temas suenan a lo que uno puede escuchar paseando por las calles de la Inglaterra de clase trabajadora.

La apertura con Look at You suena paradójicamente a la representación sonora más próxima de un cristal fino, transparente y mordaz, mientras Hynes canta: In your grace, I looked for some meaning. But I found none, and I still search for a truth (En tu gracia, busqué algún significado. Pero no encontré ninguno, y sigo buscando una verdad). Una introducción que abre paso a un disco con un planteamiento claro: esto es música a corazón abierto. Thinking Clean establece un tono inmediato: sintetizadores etéreos, piano abstracto y cello improvisado crean un espacio donde el oyente se siente suspendido entre nostalgia y expectativa. No es casual que Essex Honey funcione como un álbum de transición emocional: los cambios abruptos reflejan el duelo en su forma más honesta, sin concesiones a la linealidad. Escuchar a Hynes es darse cuenta de que la perfección formal de la música pop a veces se sobrevalora; aquí, la belleza reside en la fragilidad, en lo inesperado y en lo incómodo, y eso es radical en 2025.

En Essex Honey, el tema que da título al disco, Hynes ofrece el núcleo emocional del álbum: una intimidad que se percibe casi indecente en su vulnerabilidad. La guitarra recuerda a Elliott Smith, la producción es vulnerable y deliberadamente desnuda, y uno siente que está escuchando un diario secreto, un hilo de memoria tejido entre notas y silencios. Por su parte, Mind Loaded, con Lorde, Mustafa y Caroline Polachek, no es solo una colaboración: es un pequeño paisaje urbano convertido en melodía, un registro de la ciudad y de la infancia que se entrelaza con la voz de Hynes en un diálogo que parece brotar de las paredes de Ilford, Essex, y el imaginario colectivo del oyente. And it’s hard to feel yourself alone, still broken, can’t think straigh, mind loaded, heart still aches, ‘Musil’ in my brain (Y es difícil sentirse solo, todavía roto, no puedo pensar con clarida, la mente cargada, el corazón todavía duele, “Musil” en mi cabeza), cantan en esta canción libre y anti-estructura que referencia a la novela modernista (e inacabada, de ahí la conexión) del autor austriaco Robert Musil, The Man Without Qualities.

I Can Go, con Mustafa y Mabe Fratti, es dura y necesaria a la par, debido a su carga emocional: Now, what you know is nothing I can hold. I can go (Ahora, lo que sabes no es nada que pueda retener. Puedo irme), piano y voz se combinan en un confesionario minimalista. Scared of It, con Brendan Yates de Turnstile, introduce un destello de rabia contenida, recordando que el duelo no es uniforme y que la memoria puede ser tanto llanto como enfado. Countryside, por otro lado, actúa como puerta de entrada al álbum: un espacio etéreo donde el duelo y el deseo de paz coexisten, con armonías oníricas que se sienten irresueltas, como si cada nota fuera un suspiro retenido, reforzando su estrecha colaboración con Liam Benzvi, y acercándonos a la idea de vivir sobre la incertidumbre indefinida.

Pero aquí no hay sentimentalismo barato: Hynes construye un universo donde la melancolía se permite ser incómoda y molesta, donde la introspección se enfrenta al pop convencional y donde las rupturas emocionales son tan abrasivas como un ghosting de última hora. Essex Honey es también recordatorio: en un mundo que premia la eficiencia, el brillo inmediato y el placer sin fricción, la belleza emocional verdadera duele, exige tiempo y paciencia. Y el duelo se transita, a veces, creando un guiño garage con violines a la cabeza como The Last of England: Sitting in the dusk of the room you fell asleep, anyway, time has made it seem we can talk but then they took you away (Sentado en la penumbra de la habitación, te quedaste dormido, de todos modos, el tiempo ha hecho que parezca que podemos hablar, pero luego te llevaron). Las grabaciones de la canción provienen de la última Navidad familiar que pasó con su difunta madre, en una habitación de hospital.

El disco es a la vez profundamente personal y sorprendentemente universal. Hynes no solo narra su duelo; lo transforma en experiencia compartida. Cada silencio, cada giro de dinámica, cada textura funciona como un espejo para quien escucha, invitándonos a sentir todo aquello que hemos perdido. La producción —a cargo del propio Hynes, mezclado por Mikaelin “Blue” Bluespruce y masterizado por Heba Kadry— logra una calidez que nunca sacrifica la vulnerabilidad: es un álbum que respira, que deja espacio para que el oyente habite su propia introspección.

Dentro de su discografía, Essex Honey se perfila como un punto culminante. Frente a la fragmentación de Negro Swan y los giros eclécticos de Four Songs, este álbum ofrece un relato emocional unificado, donde la melancolía británica tardía, el lo-fi y el indie pop se encuentran con referencias de The Replacements y Yo La Tengo para formar un paisaje emocional tangible y coherente. Las colaboraciones no distraen: actúan como murmullos, como luces difusas en un paisaje de memoria, como un grupo de amigos que esperan a que salgas de la sala de un encuentro crucial. The Field es, sin duda alguna, una de las mejores canciones de 2025, un regalo generacional y donde Hynes se une a un equipo superlativo formado por Tariq Al-Sabir, The Durutti Column, Caroline Polachek y Daniel Caesar. Suena a verano triste, pero a verano esencial, a momento vital de cambio que rasga tu línea del tiempo. Sing to me, in the heat of the sun (Cántame, bajo el calor del sol); Dev Hynes tiene la capacidad de sorprendernos a nosotros mismos abriendo emociones que se resisten ocultas gracias a su sensibilidad.

Es también, aunque de manera implícita, un acto político: la identidad queer y negra de Hynes, su compromiso con la justicia social y la visibilidad, atraviesan el disco sin necesidad de declaraciones explícitas. La experiencia de la marginalidad, la introspección y el duelo se convierten en un gesto de carácter público por sí mismos, recordando que la honestidad emocional es un terreno radical en la música contemporánea. Somewhere in Between y su armónica reflejan el flashback y la memoria: Know I can’t pretend to know еverything ends. I just want to see again (Oh) (Sé que no puedo fingir saber que todo termina. Solo quiero volver a ver (Oh).

Essex Honey exige atención, pero recompensa con cada escucha. Cada tema es un microcosmos: desde la devastadora confesión de I Can Go, hasta la irrupción energética de Scared of It, Hynes construye un espacio donde dolor, memoria y belleza conviven en tensión, pero también en sintonía. Es un álbum que convierte la pérdida en arte sonoro, la resonancia de un dolor que nos ocupa, y que confirma a Blood Orange como uno de los narradores más sensibles, sofisticados y emocionalmente precisos de la música contemporánea.

Y sí, en 2025 podemos seguir oyendo pop que brilla y que nos hace mover los pies, pero Essex Honey nos recuerda que la música también puede hacer que se nos rompa el corazón, que se nos tuerza la memoria y que nos importe de verdad lo que sentimos. Aquí, la debilidad no es un accesorio, ni un gesto de postureo fácil: es el núcleo del arte. Y Hynes, como siempre, nos lo entrega sin filtros, con la precisión de un cirujano y la sensibilidad de un poeta que, en medio de un ciclón trascendental, nos abrazan.

Escucha Essex Honey en su totalidad a continuación.

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